NOTA
DEL DIRECTOR
Cuidemos el medio ambiente
Este artículo
es un resumen de algunos
artículos publicados anteriormente, pero, fundamentalmente, se basa en la Prince
Phillip Lecture desarrollada por Sir John Houghton en la Royal
Society of Arts de Inglaterra el 11 de mayo de 2005, con el título “Climate change and sustainable energy”. Houghton ha sido co-Charmain del Scientific
Assessment of the Intergovernmental
Panel on Climate Change durante el período 1988-2002. Entre sus antece- dentes citamos haber sido Chairman de la Royal Commission on
Environmental Pollution (1992-1998), Jefe Ejecutivo de la Meteorological Office (1983-1991) y Profesor de Atmospheric Physics,
University of Oxford
(1976-1983). Ha publicado varios libros sobre
los temas climáticos, entre ellos “Global warming:
the complete briefing” y más de 120 trabajos
de investigación.
Además de su especialización en cuestiones climáticas, Houghton es un lector de una
iglesia cristiana muy preocupado por relacionar el cuidado del medio ambiente
con sus principios bíblicos.
Sobre esta faceta de su persona se puede leer su hermoso
artículo “Eclipse Experiences” (que puede bajarse de Internet), producto de
un sermón predicado en la Aberdovey
English Presbyterian Church sobre el eclipse del 11 de agosto de 1999 y su relación
con el Salmo bíblico número
19. También es sumamente interesante la lectura de su corto trabajo “Where Is God? Thinking
in More Than Three Dimensions”, publicado en el libro editado
por Russell Stannard,
“God for the 21st century”, John
Templeton Foundation Press, 2000.
En su lectura
en la Royal Society of Arts, Houghton comenzó afirmando que la polución ambiental, efecto de la emisión
de gases a la atmósfera, requiere una solución global. Por la absorción de
radiaciones infrarrojas desde la superficie de la tierra, gases presentes en la
atmósfera, como el vapor de agua y el dióxido de carbono, actúan calentando la superficie de la tierra. La existencia de
este natural ‘greenhouse effect’ (efecto
invernadero), se conoce desde hace
alrededor de 200 años. El efecto invernadero es esencial para la provisión del
clima al cual los ecosistemas y los seres humanos se han adaptado. Sin el
efecto invernadero la vida no se
podría haber desarrollado, pero esto se encuentra dentro de determinados
límites. Superados esos límites termina siendo perjudicial. Es interesante a
este respecto el comentario que hace el astrónomo Owen Gingerich, en su escrito
“Is there design and purpose in the universe?” (2000), al manifestar que si
no fuese por el efecto inverna- dero
los océanos estarían congelados y prácticamente hubiera sido imposible una vida
compleja como la nuestra.
Desde el
comienzo de la revolución industrial, alrededor de 1750, uno de los gases que producen el efecto invernadero, el dióxido de carbono, se ha incrementado en un 30% y está ahora en el nivel más alto de
concentración en la atmósfera en miles de años. En una gráfica Houghton mostró la evolución de la concentración del
dióxido de carbono en la atmósfera
desde el año 1000 hasta un proyectado para el año 2100. Hasta cerca de 1750 el nivel se mantuvo en alrededor de 270 partes
por millón y desde esa fecha comenzó a incrementarse hasta llegar a 350 partes por millón en el año 2000. Para el 2100 se proyecta
que llegaría a un nivel entre 540 y 910 partes por
millón, dependiendo esta diferencia numérica de varios modelos e hipótesis.
Los análisis
químicos demuestran que el incremento en la presencia de dióxido de carbono
obedece, fundamentalmente, a la quema de combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas. Si no hay una
contención de estas emisiones, el grado de concentración deberá aumentar a dos o tres veces el nivel que tenía antes de la revolución industrial.
La temperatura
registró en los últimos 1,000 años una natural variación, incluyendo un período medieval cálido y,
posteriormente, lo que se llama la pequeña edad de hielo. El aumento de la temperatura global durante
el siglo veinte escapa de la conocida variabilidad natural. El año 1998 marcó el de más elevada temperatura. En los
últimos cien años la temperatura se incrementó en casi 1 grado centígrado. Para
el siglo actual se espera un incremento de la temperatura entre 2 y 6 grados
centígrados desde su nivel pre industrial. Esta diferencia de temperatura es equivalente a la que se registró
hace 15,000 años en el pasaje entre un período de glaciación a un período cálido (con un aumento de la temperatura entre 5
y 6 grados centígrados), con la diferencia que este último cambio se registró
en un período de casi 10,000 años mientras el primero se registraría en sólo 100 años.
Unos de los
efectos más evidentes del aumento de la temperatura es el incremento en el nivel de las aguas de los océanos, lo que
ocurre porque el agua se expande cuando se calienta. El incremento proyectado
para este siglo está entre medio metro y un metro y podría continuar en las
centurias siguientes. Esto deberá causar problemas para aquellas comunidades que se encuentran viviendo en zonas bajas,
como Bangladesh, sudeste de China, islas cercanas a la India y en el océano Pacífico.
Pero hay otros
efectos. La extremadamente alta temperatura del verano de 2003 en Europa central produjo la muerte de más de
20,000 personas y se han producido otros efectos desgraciados de consideración,
que en gran medida se deben a variaciones climáticas. El agua es un vital elemento para la subsistencia de la humanidad.
El aumento de la temperatura llevará a una mayor evaporación del agua desde la
superficie, más vapor de agua en la atmósfera
y mayores precipitaciones. El mayor flujo de agua puede explicar algunos de los desastres
que se han vivido en varias regiones en los últimos tiempos.
En otra de las
gráficas, Houghton muestra la emisión global de dióxido de carbono resultante de la combustión de
combustibles fósiles. El crecimiento que era lento desde 1850 a 1900, en los siguientes
cincuenta años comenzó a tomar velocidad. En 1950 llegaba a casi
1.500 millones de toneladas de carbón por año y en el 2000 superaba
los 5,000 millones.
Las proyecciones hacia el año 2100 varían. Las más pesimistas hablan de
una emisión de 20,000 millones de
toneladas anuales y las más optimistas, de aplicarse planes de cumplimiento riguroso,
podrían estabilizar las cifras del año 2000 y aun bajarlas.
En la emisión
de carbono per cápita marcha a la
cabeza EE.UU. con casi 5,5 toneladas de carbón. Le siguen Canadá, Australia y
Nueva Zelanda con alrededor de 4,1 toneladas; luego Rusia con 2,9 toneladas;
después Japón con 2,5 toneladas y la
Europa de la OCDE con 2,2 toneladas.
Los países del Medio Oriente están en 1,8 toneladas, China en 0,7, América
latina en 0,5, África en 0,25 y la India en 0,2 toneladas.
Posteriormente,
Houghton, ofreció algunos caminos alternativos que podrían servir para frenar la tendencia de los últimos
tiempos. Fundamentalmente hizo hincapié en la responsabilidad de los gobiernos,
especialmente de EE.UU., país, que como vimos más arriba, es el principal
emisor de carbono
a la atmósfera.
La prestigiosa publicación National Geographic dedicó en el 2004 uno de sus números al tema del calentamiento global.
Nos parece interesante resumir algunas de las
cosas que allí se dicen sobre esta materia, dado que complementan lo
manifestado por Houghton.
En la página 20
y siguientes de la mencionada publicación en español se hace un racconto
denominado ‘marcas geográficas’ que
muestra el grado de cambio que se está produciendo en nuestro planeta.
Veamos algunas de esas marcas:
La temperatura aumenta: la primera relación es la de la temperatura con los
registros de CO2. Hay una tendencia
al calentamiento. La concentración de dióxido de carbono en la
atmósfera ayuda a determinar la temperatura de la superficie terrestre. Tanto
el CO2 como la temperatura han aumentado marcadamente
desde 1950. En los últimos 140 años, la deforestación y la quema de
combustibles fósiles han subido el nivel de CO2 en casi 100 partes por millón. Por ejemplo, se estima que en 1860 la temperatura superficial promedio estaba
en 14,2 grados centígrado y el
CO2 en
285 partes por millón. En el corriente año la temperatura superficial promedio se estima en 15,3 grados y el CO2 en 375 partes
por millón. Los valores de la temperatura fueron obtenidos con instrumentos,
mientras los valores de CO2 hasta los años sesenta fueron
obtenidos de muestras de hielo y posteriormente con instrumentos. La
década de 1990 fue la más cálida desde mediados del siglo XIX y 1998 ha sido el año más caliente.
El hielo se derrite: la cobertura del hielo ártico se ha ido
encogiendo. Una imagen basada en
datos de satélite muestra la cubierta de hielo perenne en 1979, cuando el hielo
se extendía de orilla a orilla sobre
el océano Ártico. Desde entonces el área cubierta ha disminuido 9% por década.
En 2003 una imagen similar mostró una reducción drástica de la cubierta de hielo perenne. Grandes áreas
de océano abierto han aparecido cerca de Rusia, Alaska y Canadá. Según las proyecciones de algunos modelos del
clima, para finales de este siglo el
hielo podría desaparecer en el verano. El Ártico se calienta varias veces más
rápido que la mayoría del planeta: su hielo se está derritiendo en mar y tierra. La liberación de agua
dulce hacia el interior de los océanos podría modificar el curso de las
corrientes con un papel vital en el clima. El escurrimiento de los glaciares
a tierra está contribuyendo a elevar el nivel global del mar.
El nivel del mar sube: las costas están amenazadas. Cuando el hielo
se derrita y el agua marina más cálida se expanda, los océanos se elevarán.
Cuánto, depende en gran medida del CO2 y otros gases de efecto invernadero
que sigamos emitiendo. Este modelo proyecta una elevación
de pocos centímetros hasta un metro el próximo siglo. Si la proyección
de CO2 fuera de 478 partes por millón tendríamos un incremento del nivel del mar de 10 cm para el 2100,
en ese caso muchas islas de tierras bajas del mar del Sur estarían en riesgo
mayor. La peor proyección es de que al 2100 el CO2 llegase a 971 partes por millón. En ese caso, en Bangladesh, el aumento del nivel del mar de poco más de un metro
desalojaría 70 millones de personas. Con
medio metro de incremento del nivel del mar, 75% de las tierras de Louisiana
quedarían destruidas. En el siglo XXII algunas líneas costeras podrían migrar
tierra adentro y desplazar ciudades. Siberia y el norte de Canadá podrían
experimentar un clima más húmedo y cálido. Otras regiones sufrirían
sequías más frecuentes
y severas.
¿El tiempo se está volviendo loco? Se han realizado proyecciones de modelos de computadora sobre la probabilidad de que
diversos eventos meteorológicos ocurran con mayor frecuencia en un mundo con mayor temperatura. 1. Mayores temperaturas máximas y más días cálidos:
muy probable. 2. Mayores temperaturas mínimas y menos días fríos:
muy probable. 3. Mayores índice de calor (calor más húmedo): muy
probable. 4. Mayores temperaturas
nocturnas: muy probable. 5. Más sequías: probable. 6. Más lluvias intensas: muy probable. 7. Más huracanes
intensos: probable.
En otra parte de la publicación de National Geographic (página 43 y
siguiente) se presentan otras ‘marcas ecológicas’:
Los inviernos son más cortos: hoy, muchos lagos se congelan más entrado el otoño y se descongelan más pronto en la
primavera que en el siglo XIX. Por ejemplo: el Lago Mendota (EE.UU.) en 1860 permanecía congelado 119 días y ahora 80 días. El lago Kallavesi
(Finlandia) en 1838 permanecía congelado 178 días y ahora 167 días. El lago Baikal (Rusia) en 1873 permanecía
congelado 128 días y ahora 105 días.
La naturaleza cambia sus hábitos: las aves que se alimentan de moscas y que
emigran de África a Holanda para anidar, aún llegan al mismo tiempo que hace
dos décadas. Pero, debido al
calentamiento, las orugas de polilla, alimento de sus polluelos, surgen dos semanas antes. La fecha de incubación de
las aves ha cambiado, pero no tanto. Los polluelos podrían pasar hambre,
pues no coinciden con las orugas. También hay que hacer notar
los cambios en las plantas. El calentamiento en las montañas del sur de
Suiza ha obligado a ciertas plantas
a subir por las laderas
y otras especies exóticas invaden
la zona.
La vida es desordenada: al incrementarse las temperaturas, las
señales de las estaciones se alteran y la vida cambia en tiempo y espacio. Los
hábitat están cambiando junto con los tiempos de los procesos
anuales, tales como el florecimiento, el brote de las hojas,
la migración y los nacimientos. Hay pérdida de sincronización.
La muerte de la vida marina: el calentamiento daña al coral. Una imagen satelital
muestra la Gran Barrera de
Arrecifes de Australia, que es hogar de cerca de 400 especies de coral y 1,500 de peces, el equivalente
marino de un bosque tropical. El coral se decolora –y pierde organismos en sus tejidos- en aguas con temperaturas
mayores a 29 grados centígrados en promedio.
Y ya ha comenzado esa decoloración.
En la página 64 y siguientes de National Geographic se presentan ‘marcas en el tiempo’. Veamos:
Ciclos de hielo: la órbita de la Tierra alrededor del Sol y
su orientación en el espacio cambian de manera regular.
Se cree que esos ritmos juntos ayudan a definir el momento de las glaciaciones al afectar la distribución de la luz solar sobre la superficie del planeta. Hace 2,5 millones
de años atrás, la Tierra estaba pasando
por ciclos fríos y cálidos cada 41 mil años, pero hace 1 millón de años
los ciclos comenzaron a durar 100 mil años. A través de un núcleo de hielo de 400 mil años de antigüedad extraído en la Antártida, se sugiere
un vínculo entre las glaciaciones y los ritmos astronómicos. Durante las
glaciaciones, los niveles de CO2 disminuyen. Podríamos estar ahora en un período interglaciar extendido.
¿Qué le espera al planeta? Los científicos estiman que el uso de los combustibles fósiles y la deforestación son dos de las causas básicas del calentamiento
global. Predicen que la tendencia al calentamiento continuará conforme aumentan los gases
de efecto invernadero. Pero nadie sabe si el cambio climático
ocurrirá en cuestión de años o décadas. Una razón de esta incertidumbre es la alteración que producen las corrientes oceánicas.
En la Nación Line del miércoles 22 de
septiembre de 2004 se publicó un artículo titulado “Cómo se acelera el fin de los glaciares” por Sebastián Ríos. Según el mismo, en el verano de 2002, una pared de 700 kilómetros cuadrados
de hielo que se levantaba
sobre la costa este de la
Península Antártica -la barrera de Larsen B- colapsó arrojando a las aguas del mar de Wedell más de 500,000 millones
de toneladas de hielo en tan sólo tres meses.
Expertos en glaciares argentinos y estadounidenses han demostrado que
las barreras de hielo son
imprescindibles para la estabilidad de los glaciares que se detienen en su
camino al mar. En ausencia de la
barrera de Larsen B, los cinco glaciares adyacentes perdieron hasta 38 metros de altura en los seis meses
posteriores al colapso. El Ing. Pedro Skvarca, del Instituto Antártico Argentino, coautor del estudio
que se publicó en la revista ‘Geophysical
Research Letters’, manifestó que
“si se derritiera el hielo de la Península Antártica, el nivel de los océanos
aumentaría algunos decímetros, pero si lo que se funde son los glaciares de la
región occidental de la Antártida el
aumento sería de seis metros” (por Internet se puede bajar la conferencia de Prensa desarrollada el día 21 de marzo de 2002 por el Ing. P. Skvarca y el Lic. H. De Angelis, titulada
“Desintegración de la barrera
de hielo Larsen B en la Península
Antártica”, en donde se analiza
el colapso).
Posteriormente
hubo noticias más preocupantes. Según se informó en el diario La Nación
del viernes 15 de setiembre del año pasado “el hielo perenne del Ártico se
redujo 14% en sólo un año... Una
investigación de la NASA indica que entre 2004 y 2005 los hielos perennes
del Casquete Polar Artico se redujeron un 14%, una superficie equivalente a 720,000 kilómetros cuadrados... Este abrupto fenómeno podría
causar un fuerte impacto sobre el planeta, acelerando las consecuencias del cambio climático...Un equipo encabezado por Son Nghiem,
del Jet Propulsión Laboratory (JPL) de la NASA, en Pasadena, California, se valió de los precisos datos
obtenidos por el satélite QuikScat, que midió la extensión y la distribución del hielo perenne y estacional en la
zona del Ártico. La extensión del
hielo perenne -que permanece congelado durante todo el año, incluso en verano,
y comprende una capa de unos 3 metros de profundidad- mostró la mayor reducción
registrada desde mediados de la
década del 70, cuando comenzaron a realizarse este tipo de mediciones satelitales”.
“Las
pérdidas más importantes, dijo Son Nghiem, han sido en la región oriental del Ártico, donde el deshielo
alcanzó en algunas zonas hasta un 50%.
Un planeta con menos hielo se calentará mucho más rápido y se amplificará todavía más el impacto por el calentamiento global”.
Un informe del Arctic Climate Impact Assessment,
difundido a fines de 2004, advertía que en los últimos
30 años el hielo del Artico se había reducido
entre un 10 y un 15%, una cifra contrastante con la abrupta
disminución que se registró en el 2005. “Entre los factores que podrían
explicar el fenómeno figuran los patrones de viento inusuales registrados en 2005 y el incremento
de la temperatura en esa región del planeta”.
“El volumen máximo de hielo en el Ártico en invierno disminuyó 6% en cada uno de los últimos dos años, contra 1.5% por
década desde fines de la década del 70”, indica una investigación de Josefino Comiso, climatólogo del Centro de
Vuelos Espaciales Goddard de la NASA, en Maryland.
Las noticias
anteriores y algunas películas, como “Un
día después del mañana”, no deben
servir para alarmar a la gente sino para que se tome conciencia de los efectos
perjudiciales de ciertas actividades humanas. El consumo de combustibles
fósiles, fundamentalmente petróleo (a razón de 85 millones de barriles por día,
de los cuales casi el 56% se destina a al uso del automotor), es la principal
causa del calentamiento global, de ahí que la utilización de medios alternativos de energía debe ser un objetivo a tener en cuenta por todos.
El que se haya podido desarrollar
la vida humana en la tierra obedece a una serie de constantes. Pequeños cambios en esas constantes hubiesen
impedido el surgimiento de la vida
humana. Por ejemplo, en el sermón de Houghton “Eclipse Experiences”, mencionado
más arriba, se muestra la precisión de la creación.
Dice así:
“Es una
creación fantástica. Para ilustrarlo, es interesante preguntarse por qué los
eclipses ocurren de la manera en que lo hacen en la Tierra. El Sol tiene un
diámetro unas 400 veces mayor que la Luna, pero también está unas 400 veces más
lejos. Por lo tanto, el Sol y la Luna aparecen en el cielo con el mismo tamaño
aparente. De hecho, la Luna aparece en el cielo aproximadamente un 2% más
grande que el Sol; si pareciera más pequeña, los eclipses totales de Sol no
serían posibles en absoluto”.
“Existen buenas razones científicas por las que el Sol y
la Luna deben tener aproximadamente el tamaño que tienen. Si el Sol fuera sólo
un poco más grande, tendríamos demasiado calor; si fuera sólo un poco más
pequeño, tendríamos demasiado frío. La Luna también debe tener aproximadamente
el tamaño que tiene para que su atracción gravitatoria (que experimentamos en
forma de mareas) influya en los movimientos del interior de la Tierra y cree el
patrón de tierra, mar y montañas que son tan críticos para sustentar la enorme
variedad de vida de la Tierra”.
“Todo esto no hace más que ilustrar el fino ajuste que se
ha realizado en el diseño del sistema solar y, de hecho, de todo el universo.
Tanto es así que algunos eminentes cosmólogos consideran que la evidencia
científica apunta a un universo diseñado teniendo en mente a los humanos. Lo
especial que tuvo que ser todo el universo para que los humanos formaran parte
de él lo ilustra un trabajo de Roger Penrose, un distinguido profesor de
matemáticas de Oxford. Ha estimado que las condiciones en el comienzo del
universo tal como lo conocemos, en lo que se conoce como el Big Bang hace más
de diez mil millones de años, tuvieron que ser especiales en una proporción de
una parte en 10 elevado a la 123 (10123)”.
Fantástica creación, como dice Houghton.
Cuidémosla.
Rogelio Tomás Pontón
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